El sentimiento de culpa, en cualquier circunstancia de la vida, aparece cuando se produce un choque entre el modelo ideal de conducta interiorizado y lo que se hace en realidad. Se produce una confrontación entre lo que nos han enseñado que debíamos hacer y lo que en realidad tenemos que hacer.
Se trata de una vivencia interna que se produce ante la creencia de haber infringido un principio ético o normal social. Este sentimiento es sin duda, uno de los muchos que nos van a aflorar en el momento de ingresar a nuestro familiar en un centro, especialmente, si se trata de un Centro Residencial donde el mayor no regresa a casa.
Esta culpa por los ingresos en una institución irá decreciendo gradualmente con el paso de los años debido a los nuevos modelos asistenciales (cada vez mayor aceptación de los centros residenciales) y al estilo de vida actual el cual no permite el cuidado de nuestro familiar en el hogar ni la dedicación que este necesita.
Los cuidadores a menudo sienten que llevar a la persona a una residencia es una traición. El pensamiento general es el que debería haberse hecho cargo por más tiempo y se sufre ese sentimiento de culpa.
¿Qué nos puede provocar el sentimiento de culpa?
Los principales síntomas que indican que este sentimiento no se está gestionando de manera adecuada son:
- Físicos: Dolor de estómago, opresión en el pecho, dolor generalizado.
- Emocionales: Nerviosismo, desasosiego, agresividad, etc.
- Cognitivos: Reproches, acusaciones a si mismo.
¿Por qué aparece el sentimiento de culpa?
- Ruptura de una promesa: En ocasiones, los cuidadores se comprometen al cuidado de su familiar y posteriormente se ven obligados a la ruptura de dicha promesa. Es importante recordar que las promesas fueron hechas probablemente en una situación completamente diferente, cuando no tenía idea de lo que podría suceder en el futuro.
- Comparación con otros cuidadores: Hablar con otros cuidadores puede ayudar si bien, no se debe dejar que otras personas que aún cuidan en casa influyan en nosotros. En primer lugar, cada situación y cada enfermo es diferente y no se debe comparar nuestro caso con el de los demás. En ocasiones se tiene a comparar con otros casos los cuales no tienen nada que ver en su enfermedad con el de nuestro caso o bien nuestra situación vital no se parece en nada a la del otro cuidador.
- “Qué dirán”: Esta afirmación se encuentra muy arraigada, especialmente en los pueblos y en familias actuales. En estos casos las personas que juzgan son totalmente ajenas al núcleo familiar. Dichos comentarios de vecinos o conocidos generan dudas al ingreso y posteriormente.
- Hechos pasados: En muchas ocasiones, los sentimientos afloran tras el ingreso o la pérdida del familiar si bien estos tienen que ver con la historia previa o la relación entre el cuidador y la persona cuidada.
- Hechos pasados: En muchas ocasiones, los sentimientos afloran tras el ingreso o la pérdida del familiar si bien estos tienen que ver con la historia previa o la relación entre el cuidador y la persona cuidada.
- Metas excesivamente altas: Debemos ser conscientes que no existe el cuidador perfecto. No se puede pensar que es posible atender a todas las demandas y resolver todas las necesidades. En el momento en que nuestros cuidados no profesionales no son suficientes no debemos esperar a recurrir a los cuidados expertos.
- Dedicación de tiempo a si mimo: Pensar que no se tiene tiempo para cuidar a un familiar pero si para salir a tomar algo, ir al cine o atender aficiones. Se debe recordar que estos aspectos son PARTE FUNDAMENTAL del bienestar emocional y que, por tanto, no debemos dejarlos de lado.
- Recelo ante el centro: El dejar a un familiar ante personas desconocidas, en un lugar desconocido y del cual sólo conocemos lo que hemos visto en las visitas previas. Ante esto es muy importante la confianza y la transparencia que el centro muestre previamente al ingreso y por supuesto, tras este.
- Disconformidad entre hermanos: Si la decisión del ingreso es consensuada entre todos salvo por una persona, esta tenderá a sentirse más culpable ya que, pese a aceptar la decisión del resto, aún permanece su rechazo y su recelo. Aceptará la decisión pero no la compartirá.
- Otros:
- Culparse de la enfermedad del familiar.
- Deseo de que fallezca la persona cuidada.
- Discusiones entre familiares.
- Distancia entre la persona enferma y el cuidador.
¿Qué estrategias podemos emplear para superar la culpa?:
- Identificar los sentimientos.
- Analizar sus causas
- Expresarlos
- Aceptarlos
- Saber perdonarse y conocer los límites como cuidadores.
- Aprender a escuchar las críticas y las sugerencias.
Javier Ortiz Hernández
Director La Alfaguara Salar
Licenciado en Psicología y Máster en Gerontología Social